top of page
Foto del escritorIrving Vierma

Abrazando la humanidad imperfecta

Reflexiones matutinas con Marco Aurelio

En la tranquila serenidad del amanecer, cuando los primeros rayos de sol acarician nuestro rostro y la suave brisa acaricia nuestra piel, nos sumergimos en las profundidades de la introspección, guiados por las sabias palabras del emperador filósofo, Marco Aurelio. Es en este momento de quietud y reflexión, repetimos sus palabras con devoción:


"Cuando te despiertes por la mañana, repítete a ti mismo: Las personas con las que trato hoy serán entrometidas, desagradecidas, arrogantes, deshonestas, celosas y hoscas."


https://unsplash.com/@jorgefdezsalas
Detalle del Coliseo. Foto por: Jorge Fernández Salas

Estas palabras resuenan en el alma, recordándonos la verdad inherente a la condición humana: somos imperfectos, propensos a fallar, a tropezar en nuestras debilidades y a ser víctimas de nuestros impulsos más oscuros.


Marco Aurelio nos insta a reconocer esta realidad con claridad cristalina, a aceptarla con humildad y a abrazarla con compasión. Las personas que encontraremos en nuestro camino pueden ser un reflejo de nuestras propias luchas internas, una amalgama de virtudes y defectos que forman el tapiz complejo de la experiencia humana.


"Son así porque no pueden distinguir el bien del mal."


En estas palabras, percibimos una invitación a la empatía, a mirar más allá de las acciones superficiales y adentrarnos en el corazón de aquellos que nos rodean. Al reconocer que, al igual que nosotros, los inmersos en una búsqueda constante de significado y propósito, siempre terminamos navegando por las aguas turbulentas de la existencia en búsqueda de esa luz que guíe nuestro camino.


"Pero he visto la belleza del bien y la fealdad del mal, y he reconocido que el malhechor tiene una naturaleza relacionada con la mía, no de la misma sangre o nacimiento, sino de la misma mente y poseedor de una parte de lo divino."


Sus palabras resuenan con una verdad profunda y trascendental. En cada ser humano yace una chispa de lo divino, una conexión sagrada que nos une en nuestra humanidad compartida. Reconocer esta conexión esencial, nos libera del yugo del juicio y nos permite abrazar a nuestros semejantes con compasión y entendimiento.

 

“Y así ninguno de ellos puede hacerme daño. Nadie puede implicarme en fealdad. Tampoco puedo sentirme enojado con mi pariente ni odiarlo."


Fijémonos como en el párrafo anterior, encontramos un recordatorio poderoso de nuestra propia fortaleza interior. Al reconocer nuestra capacidad para trascender las acciones de los demás y encontrar la paz dentro de nosotros mismos, nos liberamos del ciclo interminable de resentimiento y amargura.


"Nacimos para trabajar juntos como pies, manos y ojos, como las dos hileras de dientes, superior e inferior. Obstruirse unos a otros no es natural. Sentir ira contra alguien, darle la espalda: son obstrucciones."


Esta verdad atemporal, resuena con vehemencia: estamos destinados a colaborar, a apoyarnos mutuamente en nuestro viaje por la vida. La división y el conflicto solo nos alejan de nuestra verdadera naturaleza, nos impiden alcanzar nuestro potencial más elevado como individuos y como sociedad.


Al final de este viaje matutino por las meditaciones de Marco Aurelio, imbuimos en un profundo sentido de calma y claridad. Sus palabras nos han iluminado el camino, recordándonos la importancia de abrazar la humanidad en toda su complejidad y de cultivar la compasión y el entendimiento en cada interacción.


Con estas reflexiones matutinas, nos inspiramos a abrazar la humanidad imperfecta que nos rodea, a encontrar la belleza en la diversidad y a cultivar la paz dentro de nosotros mismos y en el mundo que compartimos.

 --------------


Cita: Libro 2, versículo 1 en “Meditaciones” de Marco Aurelio:

1 Cuando te despiertes por la mañana, repítete a ti mismo: Las personas con las que trato hoy serán entrometidas, desagradecidas, arrogantes, deshonestas, celosas y hoscas. Son así porque no pueden distinguir el bien del mal. Pero he visto la belleza del bien y la fealdad del mal, y he reconocido que el malhechor tiene una naturaleza relacionada con la mía, no de la misma sangre o nacimiento, sino de la misma mente y poseedor de una parte de lo divino. Y así ninguno de ellos puede hacerme daño. Nadie puede implicarme en fealdad. Tampoco puedo sentirme enojado con mi pariente ni odiarlo. Nacimos para trabajar juntos como pies, manos y ojos, como las dos hileras de dientes, superior e inferior. Obstruirse unos a otros no es natural. Sentir ira contra alguien, darle la espalda: son obstrucciones.

5 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


bottom of page