Por: Irving Vierma - Septiembre 13, 2022
El origen de las cosas puede ser una afirmación muy amplia y compleja para pretender definirlo en una sola oración, pero podemos atrevernos a decir esto: todo origen tiene un núcleo, una fuente, de la cual se genera uno o varios efectos o resultados.
Recuerdo a un profesor en la universidad hablándonos sobre este tema y poniendo el ejemplo de la curva peligrosa y el alcalde, respecto a cómo a las autoridades se les presenta este constante problema durante su gestión: ser populares y efectivos a la vez, resolviendo problemas.
El ejemplo que mencionaba el profesor, se refería a una curva peligrosa en un camino de la municipalidad, que había generado accidentes, heridos y hasta fatalidades. Decía que “había dos soluciones propuestas por cada uno de los dos líderes del ayuntamiento, opuestos entre sí” Y que por tratarse de política, debían presentar al alcalde sus mejores soluciones como mejora a la ya deteriorada imagen del tránsito y del alcalde en dicho camino.
Según el profesor, cada uno de los líderes, tenía la mejor solución al problema. Había dos propuestas en la mesa: una más barata pero no tan llamativa y popular; y otra más costosa pero bien llamativa y vistosa.
De entrada, el primero de ellos dice: pongamos varias señales de alerta en la vía, antes de la curva, iluminemos mejor el sector y hagamos una campaña de concientización en Redes Sociales (La historia original habla de Radio y TV, pero bueno, es 2022). Seguidamente el segundo funcionario dice: coloquemos una ambulancia al final del barranco, con paramédicos las 24 horas, listos para atender un accidente. A la ambulancia le colocamos la foto del alcalde y un mensaje que refleje lo “dedicado y atento” que es nuestro alcalde, pendiente de la salud y seguridad de su comunidad en dicha carretera.
¿Cuál es la enseñanza de dicha historia?
El primer funcionario propone una solución más barata, orientada hacia la fuente del problema: más información, mejor prevención, más alertas en la vía.
El segundo funcionario propone una solución más cara, que se concentra en solucionar los efectos del problema, es decir, apuntando a los márgenes, a las consecuencias: accidente, lesión, muerte.
Lo anterior es un ejemplo real. Lo vemos a diario en muchas de nuestras interacciones cotidianas, con nosotros mismos y con los demás, en el trabajo, en la escuela, en nuestra familia. Unas veces somos como el primer funcionario, otras tantas somos el segundo.
En ocasiones queremos tomar el atajo de la facilidad y evitar la fatiga por informarnos, prevenir y anticipar las consecuencias que pueden tener nuestras acciones frente al problema. A veces nos alejamos del centro y empezamos a dar vueltas alrededor del problema, lidiando con las interminables consecuencias que deja la procrastinación de atacar la raíz del mismo, la fuente de todos esos efectos que nos absorben tiempo y energía.
Otras veces, vamos directo al origen, al centro del problema. Lo atendemos y resolvemos desde ahí, sin distracciones ni moderación. Vamos y resolvemos. Pero nos olvidamos rápidamente de lo que hicimos y cómo llegamos ahí sin orientación alguna (más bien por instinto), perdemos el control o permitimos que los factores externos nos dicten cómo responder y actuar ante la situación sobrevenida.
Si está en tu control, dedicale el tiempo y esfuerzo. Lo dijo Marco Aurelio hace más de dos mil años:
“Hay que tener siempre a punto estas dos disposiciones: una la de ejecutar exclusivamente aquello que la razón de tu potestad real y legislativa te sugiera para favorecer a los hombres; otra, la de cambiar de actitud, caso de que alguien se presente a corregirte y disuadirte de alguna de tus opiniones. Sin embargo, preciso es que esta nueva orientación tenga siempre su origen en cierta convicción de justicia o de interés a la comunidad y los motivos inductores deben tener exclusivamente tales características, no lo que parezca agradable o popular.”
Marco Aurelio. Meditaciones. Libro IV ver. 12.
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