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Foto del escritorIrving Vierma

Sabiduría Eterna

"Porque hay dos reglas que debemos tener en cuenta: que no hay nada bueno o malo fuera de mi propia elección razonada, y que no deberíamos intentar liderar los eventos, sino seguirlos.". -EPICTETO, DISCURSOS, 3.10. 18


Razonando las dos reglas que nos plantea Epícteto en su cita, podemos encontrarnos frente a una realidad que nos negamos a aceptar.

En primer lugar, ceder a la tentación de calificar los eventos entre buenos y malos, puede parecernos una contradicción. Desde niños, nos han enseñado y nos han formado bajo esta premisa, y hemos aprendido en base a ello: distinguir lo bueno y lo malo.

Pero resulta que la calificación de bueno y malo son las elecciones razonadas que otras personas han conformado y adoptado en un grupo, en una mayoría, alineándose convencionalmente en base a ello. En otras palabras, lo que llamamos 'sociedad'; ese conjunto de personas en un tiempo y lugar determinado, han convenido en calificar eventos y situaciones comunes entre ellos, de 'buenos' y 'malos'.

La bondad y la maldad evidentemente viene a ser una elección adoptada voluntariamente por cada uno de nosotros. Es una decisión que hacemos en base a la razón y la consciencia, fuera de la presión que puedan ejercer agentes o elementos externos, como los dogmas sociales, la religión o la política.

En segundo lugar, querer torcer el trayecto de aquello que se escapa de nuestro control, es pretender tener posesión de un poder que no tenemos, desgastándonos en energía y tiempo, para finalmente desatender aquello en lo que si tenemos control: nuestros pensamientos y la percepción que tenemos a bien decidir sobre dichos eventos. A esto se refiere Epicteto cuando nos dice 'seguir los eventos'. Prestarle atención a lo que dichos eventos están produciendo en nosotros, las reacciones y respuestas, para permitirnos tomar el control.

Algunos grupos sociales creen firmemente en cosas que han surgido a partir de eventos fuera de su control. Y los mantienen en el tiempo a través de dogmas y creencias sembradas, queriendo cambiar dichos eventos en la misma forma, sin comprender su naturaleza propia, arrojándose por un despeñadero de retos incontrolables, permitiendo que las emociones lideren la situación y abandonando el control por medio de la razón consiente.

He ahí la gran diferencia.

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