La derrota es una elección, no una consecuencia de tus acciones. Es la aceptación de las apreciaciones externas, olvidando las nuestras.
Somos nosotros quienes decidimos vencernos ante la eventualidad. No es nuestro enemigo ni los elementos, tampoco las circunstancias.
Podremos estar vencidos, pero jamás derrotados. Al rey Leónidas y sus 300 guerreros los venció Jerjes, pero jamás fueron derrotados...
Elijes dar todo por lo que crees. Aunque las posibilidades sean reducidas o hasta nulas. Porque has decidido vencer la derrota y no al revés.
Nadie es inquebrantable ante las circunstancias que se le presentan en su vida, pero le tememos a la vulnerabilidad, a admitir que somos frágiles, que estamos rotos, que debemos rectificar para complacer alguna opinión o alguna crítica.
La idea de invencibilidad se confunde con la antagonista del vencimiento. Y es ahí la trampa que debemos evitar sin vacilación.
Caer vencidos es el resultado de una acción. Tu cuerpo cae, pero tú mente sigue de pie, invicto.
Al contrario, ser derrotados es una elección propia. Elijes entre la derrota o volverte a levantar aunque estés vencido en el suelo. Porque tú cuerpo puede estar abatido, pero tu mente no.
Solo cuando tú permites que tu mente acepte la vulnerabilidad, entonces si, finalmente, es cuando caemos derrotados.
¿Lo vas a permitir?
Es una elección. Es tú decisión.
¡Toma el control de tu vida!
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